Don Juan Tenorio o el Poder de lo Teatral….
En el 2017 se conmemora el bicentenario del nacimiento del que su amigo Rubén Darío diría “millonario de sueños y rimas” y que no es otro que José Zorrilla.
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ciudad que por cierto le vio nacer, nos hemos propuesto, firmemente, el montaje de la obra más representada de él, y posiblemente la más representada de la lengua castellana, Don Juan Tenorio.
De esta forma queremos celebrar la efemérides de la mejor manera posible; y es dando vida a su teatro. Desde nuestra perspectiva actual ¿Qué interés tiene en nuestros días el Don Juan de Zorrilla? En principio, el haber creado un lenguaje propio, para la expresión del amor. En segundo lugar, el que responde todavía a la sensación de riesgo y peligro que todo amor conlleva, otorgando el protagonismo que se merece a la mujer.
A nivel de montaje, es fondear en una obra donde la emoción, la pasión, el ritmo, la teatralidad y el universo de sentimientos de sus personajes, hacen de ella el que sea todo un reto para un director de escena. A la par que un delicioso argumento para conseguir que el “Tenorio” vuelva a las tablas con todo su esplendor.
Queremos hacer un Don Juan donde lo importante sea la propia esencia de la obra, sin adornos, sin pretensiones falsamente contemporáneas, mostrando a sus personajes y sus conflictos a flor de piel y sobre todo pasional y plástica a la vez. Un viejo tronco de árbol ocupará el centro del escenario. Árbol que se pierde en la chimenea del teatro. Este tronco espectador mudo del paso del tiempo y que por tanto también es protagonista inmóvil de los hechos que en esta obra se refieren. Árbol que representa la vida, dejando entrever en la primera parte de la pieza, algunas hojas verdes cual si fuera el “olmo de Machado”, que se convertirá en fuente sonora en la hacienda de Don Juan para ser luego soporte de las blancas estatuas del cementerio. Tronco vivo y sólida escultura de esta obra imperecedera. A la sombra de esta escenografía deambulara un ramillete de ricos personajes: Don Juan, Don Luis, Don Diego, Don Gonzalo, Doña Inés, Brígida, Buttarelli, Ciutti, Avellaneda, Centella, Lucía, la Abadesa y el Escultor. Todos ellos serán representados por un elenco de doce actores y actrices que a modo de grupo compacto irán dando vida, y en ocasiones también quitándola, a lo largo de la representación.
Una música sugerente, envolvente que cree el clima adecuado a cada escena. Fondos musicales que nos eleven, atemoricen y nos hagan remansar en un lago de sentimientos y de amor.
Esta obra tiene dos partes muy diferenciadas. Una primera en la que todo es rapidez, movimiento vertiginoso; es decir Zorrilla nos ha movido en la libertad propia del Romanticismo. Y una segunda parte donde el ritmo cambia por completo; todo es lentitud, sonsonete monocorde para plegarse a los inconexos pensamientos de Don Juan. El conflicto interior del protagonista tiene un halo de misterio, entre realidad y fantasía, producto del fondo onírico que le domina.
Pues bien, en esta apuesta escénica, esos dos mundos van a estar claramente diferenciados; incluso en el vestuario. En la primera parte será vivo y colorista para llevarnos por obra y magia del teatro a una segunda parte obscura del gris al negro, en una estética propia del Romanticismo.
En fin, dar vida a este Tenorio y transmitirla a los espectadores, como si de un torrente de luz y frescura se tratara es nuestro objetivo primordial. Felicitamos al autor con esta representación sin ningún tipo de complejos y puesto que no cabe la menor duda estamos ante una de las obras cumbre del teatro español.
Sólo espero que se apaguen las luces de la sala, se apodere de ella el silencio y por fin suba de nuevo el telón.